3.11.09

Altas expectativas


Wood Producciones presenta por segunda vez la serie más exitosa de 2008, que forma parte del Proyecto Bicentenario de Canal 13. De hecho, “Los 80” es una de las pocas producciones nacionales que logró salvarse de la actual crisis económica. Es cosa de ver lo que pasó con la quiebra de Ross Films y sus deudas varias.

Dentro de este contexto, los 400 millones de pesos con los que el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) premió a la serie dirigida por Boris Quercia fueron un incentivo importante para que Canal 13 decidiera rodar una segunda temporada. Entre otras cosas, la plata le permitió comprar y arrendar imágenes de archivo a camarógrafos independientes, y también comprar audio de la época a radio Cooperativa.

Así, el éxito de la segunda temporada de la serie depende de diferentes factores. Por una parte, debe cumplir las expectativas de quienes la premiaron (CNTV, Altazor 2009, entre otras). Y más importante aun, la segunda entrega de “Los 80” debe satisfacer al público, porque finalmente es este quien decide, a través de la sintonía, si habrá o no una tercera temporada.


En términos de audiencia, se dice que a la primera temporada de “Los 80” le fue bien por factores como la música (Camilo Salinas), el guión (Rodrigo Cuevas) y la dirección de arte, que lograron apelar a la nostalgia de las personas que vivieron esa época; y porque las historias de la familia Herrera reflejaron a buena parte de los chilenos de clase media. Y así como Andrés Wood mostró en Machuca (2004) la antesala de la dictadura, basándose principalmente en los conflictos de clase, “Los 80” muestra –dentro de las limitaciones editoriales del formato televisivo- qué pasó en Chile con la clase media luego del Golpe de Estado de 1973.

La primera temporada de “Los 80” mostró el comienzo de la crisis económica de 1982 y sus repercusiones en la sociedad, y también esbozó las primeras manifestaciones en contra de la tortura y el genocidio sistemático implementado por Pinochet. La segunda temporada, que transcurrirá entre 1983 y 1984, retoma estos argumentos, y se suman a ellos el cuarto embarazo de Ana (Tamara Acosta), el ingreso de Claudia (Loreto Aravena) a la universidad, las experiencias Martín (Tomás Verdejo) en la FACh, entre otras historias.

El primer capítulo de la segunda temporada (“Vamos por el cuarto”) muestra –con “Billie Jean” y “Holiday” como telón de fondo- la conmoción que produjo en 1983 el niño Miguel Ángel Poblete, quien aseguraba poder comunicarse con la Virgen de Peñablanca. Algunos le creían, como Petita (Diego Navarrete), quien llega hasta Villa Alemana para conocerlo. Otros, como Claudia, sostienen que lo de Poblete es un montaje de la CNI para desviar la atención de lo que pasa en Chile. Independiente de que fueran reales o no, las visiones de Miguel Ángel –que murió el año pasado convertida en Karole Romanoff- reflejan una conducta patente en Chile hasta el día de hoy. Creo que este país es especialista en omisión y olvido. Y en este sentido es cierto lo que dice el personaje de Aravena, porque muchas veces preferimos poner nuestra atención en hechos banales en lugar de reflexionar sobre cosas importantes. En 1983, la gente optó por preocuparse de Poblete para escaparse de la dictadura. Y hoy, los medios de comunicación destinan la mayor parte de su tiempo en averiguar con quién se acostó el futbolista de moda en vez de analizar, por ejemplo, las consecuencias del paro de profesores municipales.

Chicago Boys mediante, se inaugura en Chile la economía neoliberal que persiste en la actualidad, y el segundo capítulo de la serie (“Juan Herrera vale más que 50.000”) muestra algunas de sus repercusiones. Ningún banco quiere prestarle plata a Juan (Daniel Muñoz) para que pueda pagar la universidad de Claudia, y menos para arrendarle la sastrería a Don Farid (Benito Quercia); “no soy sujeto de crédito”, le dice Juan a Exequiel (Daniel Alcaíno). Si antes los bancos decían no tener plata para prestarle a cualquiera, hoy todos cuentan con suficiente dinero para que podamos endeudarnos de por vida. Y mientras más intereses signifique el crédito, mejor.


No es la primera vez que Andrés Wood, Boris Quercia, Tamara Acosta y Daniel Muñoz trabajan juntos, lo habían hecho El desquite (1999). Y así como esta película mostró una parte de la idiosincrasia chilena, es de esperar que los diez capítulos de la segunda temporada de “Los 80” se ajusten a su promesa de ser más que una moda entretenida. A pesar de que son claras las diferentes posibilidades que brindan el cine y la televisión, no pienso que esté mal exigirle a la última que se convierta, aunque sea a ratos, en una instancia de reflexión para el público. Sobre todo si se entiende que muchas de las consecuencias de la dictadura, aunque se quiera pensar lo contrario, trascendieron a esos 17 años.



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