8.12.09
Entrevista a José González
José González (48) es monitor de los banderistas de la campaña de Alberto Cienfuegos, candidato a diputado por el distrito 23. Su trabajo consiste en organizar a los jóvenes banderistas y ubicarlos en puntos estratégicos del sector para que exhiban la propaganda política del candidato. A sólo cinco días de las elecciones presidenciales y parlamentarias, José nos cuenta por qué trabaja con Cienfuegos, qué opina de los demás candidatos del distrito y cómo ve a la Concertación.
3.11.09
Altas expectativas
Wood Producciones presenta por segunda vez la serie más exitosa de 2008, que forma parte del Proyecto Bicentenario de Canal 13. De hecho, “Los 80” es una de las pocas producciones nacionales que logró salvarse de la actual crisis económica. Es cosa de ver lo que pasó con la quiebra de Ross Films y sus deudas varias.
Dentro de este contexto, los 400 millones de pesos con los que el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) premió a la serie dirigida por Boris Quercia fueron un incentivo importante para que Canal 13 decidiera rodar una segunda temporada. Entre otras cosas, la plata le permitió comprar y arrendar imágenes de archivo a camarógrafos independientes, y también comprar audio de la época a radio Cooperativa.
Así, el éxito de la segunda temporada de la serie depende de diferentes factores. Por una parte, debe cumplir las expectativas de quienes la premiaron (CNTV, Altazor 2009, entre otras). Y más importante aun, la segunda entrega de “Los 80” debe satisfacer al público, porque finalmente es este quien decide, a través de la sintonía, si habrá o no una tercera temporada.
En términos de audiencia, se dice que a la primera temporada de “Los 80” le fue bien por factores como la música (Camilo Salinas), el guión (Rodrigo Cuevas) y la dirección de arte, que lograron apelar a la nostalgia de las personas que vivieron esa época; y porque las historias de la familia Herrera reflejaron a buena parte de los chilenos de clase media. Y así como Andrés Wood mostró en Machuca (2004) la antesala de la dictadura, basándose principalmente en los conflictos de clase, “Los 80” muestra –dentro de las limitaciones editoriales del formato televisivo- qué pasó en Chile con la clase media luego del Golpe de Estado de 1973.
La primera temporada de “Los 80” mostró el comienzo de la crisis económica de 1982 y sus repercusiones en la sociedad, y también esbozó las primeras manifestaciones en contra de la tortura y el genocidio sistemático implementado por Pinochet. La segunda temporada, que transcurrirá entre 1983 y 1984, retoma estos argumentos, y se suman a ellos el cuarto embarazo de Ana (Tamara Acosta), el ingreso de Claudia (Loreto Aravena) a la universidad, las experiencias Martín (Tomás Verdejo) en la FACh, entre otras historias.
El primer capítulo de la segunda temporada (“Vamos por el cuarto”) muestra –con “Billie Jean” y “Holiday” como telón de fondo- la conmoción que produjo en 1983 el niño Miguel Ángel Poblete, quien aseguraba poder comunicarse con la Virgen de Peñablanca. Algunos le creían, como Petita (Diego Navarrete), quien llega hasta Villa Alemana para conocerlo. Otros, como Claudia, sostienen que lo de Poblete es un montaje de la CNI para desviar la atención de lo que pasa en Chile. Independiente de que fueran reales o no, las visiones de Miguel Ángel –que murió el año pasado convertida en Karole Romanoff- reflejan una conducta patente en Chile hasta el día de hoy. Creo que este país es especialista en omisión y olvido. Y en este sentido es cierto lo que dice el personaje de Aravena, porque muchas veces preferimos poner nuestra atención en hechos banales en lugar de reflexionar sobre cosas importantes. En 1983, la gente optó por preocuparse de Poblete para escaparse de la dictadura. Y hoy, los medios de comunicación destinan la mayor parte de su tiempo en averiguar con quién se acostó el futbolista de moda en vez de analizar, por ejemplo, las consecuencias del paro de profesores municipales.
Chicago Boys mediante, se inaugura en Chile la economía neoliberal que persiste en la actualidad, y el segundo capítulo de la serie (“Juan Herrera vale más que 50.000”) muestra algunas de sus repercusiones. Ningún banco quiere prestarle plata a Juan (Daniel Muñoz) para que pueda pagar la universidad de Claudia, y menos para arrendarle la sastrería a Don Farid (Benito Quercia); “no soy sujeto de crédito”, le dice Juan a Exequiel (Daniel Alcaíno). Si antes los bancos decían no tener plata para prestarle a cualquiera, hoy todos cuentan con suficiente dinero para que podamos endeudarnos de por vida. Y mientras más intereses signifique el crédito, mejor.
No es la primera vez que Andrés Wood, Boris Quercia, Tamara Acosta y Daniel Muñoz trabajan juntos, lo habían hecho El desquite (1999). Y así como esta película mostró una parte de la idiosincrasia chilena, es de esperar que los diez capítulos de la segunda temporada de “Los 80” se ajusten a su promesa de ser más que una moda entretenida. A pesar de que son claras las diferentes posibilidades que brindan el cine y la televisión, no pienso que esté mal exigirle a la última que se convierta, aunque sea a ratos, en una instancia de reflexión para el público. Sobre todo si se entiende que muchas de las consecuencias de la dictadura, aunque se quiera pensar lo contrario, trascendieron a esos 17 años.
27.9.09
Entrevista a Cristóbal Piñera Morel
El hijo menor de Sebastián Piñera renunció a su trabajo de sicólogo social en la Fundación Chile para dedicarse por completo a la campaña de su papá.
Cristóbal (24) fue uno de los coordinadores del bus “Mójate por Chile”, que recorrió el país durante cuatro meses para incentivar la inscripción de jóvenes en los registros electorales.
El pasado 14 de septiembre hablamos de su percepción de la política actual, de Enríquez-Ominami y de otros temas.
3.9.09
Todo vale
Astuta Michelle: La cadena nacional más mula de la historia
Por Pepe Lempira, desde Los Ángeles, California.
Acabo de ver el video de la cadena nacional solicitada anoche por la presidenta Michelle Bachelet a los canales de la televisión chilena. Esta mujer es muy zorra (en el sentido de astuta, por favor). Debe haber sido un problema explicar a las estaciones televisivas de qué se trataba el mensaje, porque efectivamente se trataba de nada. Pero nadie (ni Chilevisión) se atrevió a romper la tradición de obediencia televisiva y contradecir a la mandataria, que -hay que decirlo- se veía adorable y calma como un monje shaolín ahumado en cannabis. Sí. Tuve que refrenar mis impulsos de pellizcar sus mejillas rubicundas a través de la pantalla de cristal. Pero tras reponerme de este ataque de ternura logré prestar atención a sus cantarinas palabras.
Primero pudimos enterarnos, gracias a su intervención, de que la crisis económica había terminado. Más bien ella la clausuraba, como si fuera un campeonato de atletismo o una copa de fútbol femenino, con sus añuñucos de tía favorita. Luego anunció que aumentaba en un 5% la cobertura de las pensiones asistenciales (rutina informativa), que había aguinaldo de fiestas patrias (menos mal) y que se regalarán ajuares para los recién nacidos (parece que ya se lo había escuchado antes el 21 de mayo). Todo esto condimentado con incoherencias sobre la gripe humana, el bicentenario y otras abstracciones semejantes.
¿Fue aburrido? Para nada. Porque no es cuestión de todos los días ver a una amable señora cagarse a un peligroso magnate el mismo día de su apoteosis pública. Es como que entrara la señora del almacén de la esquina en un banquete organizado por la maffia italiana, que de pronto sacara una ametralladora Thompson y dejara a todos los matones como colador. Ayer Bachelet, con su inocentona cadena nacional, orinó en el asado que era la proclamación gringa de Sebastián Piñera, que era la noticia de apertura de los noticieros. ¿Querías intervención, manilargo? Ahí tienes. Y aclaremos que Bachelet, por mucho que se parezca a Barney el dinosaurio, es una ruda que poco tiene que envidiar a Harry El Sucio.
The Clinic, 2 de septiembre de 2009.
1.9.09
Debutantes
Dentro de este contexto resulta interesante conocer qué piensan sobre el tema los jóvenes que decidieron votar por primera vez. Y una de las cosas que queda clara es que aún cuando voluntariamente se inscribieron para participar de las elecciones en diciembre, eso de que gran parte de la juventud está desencantada o cansada del sistema político no es solamente un cliché, sino una realidad de la que está bien que quienes tienen el poder comiencen a hacerse cargo.
Conversé con nueve jóvenes debutantes y cinco de ellos van a votar por Sebastián Piñera. Si bien ninguno se siente plenamente satisfecho o identificado con el candidato, una de las razones para votar por él es porque quieren que la Concertación abandone el Palacio de La Moneda. Rodrigo Mora (21), estudiante de arte de la Universidad del Desarrollo, sostiene que va a votar por Piñera a ojos cerrados. "Creo que si se trata de tener renovación en la política, si se trata un poco de cambiar el sistema actual, el único cambio posible lo representa este sujeto. Además, es el mal menor contrastándolo con las otras opciones", dice Rodrigo.
Dos de los jóvenes que entrevisté dicen que se sienten más identificados con la Concertación y que no podrían votar por un candidato de derecha, menos por Piñera. Michelle Ferruz (18), estudiante de periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, dice que este candidato es totalmente contrario a lo que le gusta de una persona. "Me desagrada su voz, su presencia, lo encuentro a veces muy falso. Si eres millonario no puedes decir que has gastado diez millones de pesos en publicidad. Y además lanzó su candidatura en un lugar carísimo, entonces por último que reconozca que ha gastado harta plata", dice Michelle.
Marco Enríquez-Ominami, candidato independiente, ha sido una una de las principales novedades de la campaña presidencial. Entre otras cosas, se dice que su candidatura es un reflejo del desgaste que experimentan los personajes políticos tradicionales, especialmente entre la juventud. Sebastián Carreño (25), estudiante de periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, se inscribió este año para votar por Enríquez-Ominami. "No me inscrbí antes porque nunca hubo un candidato por el que creyera que valía la pena votar, y tampoco quería votar por el menos malo", dice Sebastián.
Enríquez-Ominami presenta ideas diferentes y atractivas, algo que obligó a los otros candidatos a cambiar el estilo de sus campañas, por ejemplo, a través de la inclusión de jóvenes como Sebastáin Bowen y Francisco Irarrázaval, personajes nuevos en el mundo político. Aún cuando todos los que entrevisté creen que lo anterior responde en gran medida a una estrategia de campaña, también piensan que a la larga estos personajes pueden cambiar el sistema político. Isidora Henríquez (19), estudiante de ingeniería comercial de la Universidad Católica, va a votar por Piñera pero cree que Bowen es un buen candidato a futuro. "Lo encuentro muy cuerdo (a Bowen), le creo totalmente, yo pienso que él está realmente interesado por el país, sobre todo porque viene de Un Techo para Chile", dice Isidora.
Al preguntarles qué les parece la campaña presidencial hasta el momento, la mayoría concuerda en que aparte de Enríquez-Ominami, ésta ha sido más bien aburrida, ya que los candidatos se han preocupado más de pelear con sus rivales que de otra cosa. "De repente encuentro ridícula la campaña, todo el tiempo los candidatos intentan sobresalir descalificando a los demás. Compiten entre ellos y se insultan, y lo que falta son debates y propuestas", dice Michelle Ferruz.
Que un 68,1 por ciento de los jóvenes no esté inscrito para votar tiene que ver con la falta de interés por lo que pasa en Chile, pero en nigún caso debe meterse a todos en un mismo saco. Además, ese porcentaje refleja también las fallas de un sistema político excluyente, que cada día se vuelve menos representativo, sobre todo para los que consideran obsoleto el clivaje del SI y el NO. Quienes decidieron inscribirse a pesar de lo anterior concuerdan en que la política no deja espacio para que los jóvenes se interesen por ella. Agustín Téllez (21), estudiante de odontología de la Universidad Mayor, cree que votar es un buen comienzo para cambiar las cosas, pero no culpa a quienes no se inscriben. "La política no tiene nada que ofrecer a los jóvenes, es poco atractiva, corrupta y disfuncional. Además, lo único que hace es favorecer a las minorías de este país", dice Agustín.
7.7.09
17.6.09
Perdiendo la capacidad de asombro
El día miércoles 3 de junio TVN emitió un reportaje sobre nuestros honorables diputados. El equipo de periodistas de Informe Especial siguió durante ocho meses el trabajo de los parlamentarios tanto en la Cámara como en sus respectivos distritos, dejando en evidencia las diferentes malas prácticas en las que día a día incurren los legisladores chilenos.
En primer lugar, el reportaje "Lupa a la Cámara" mostró las trampas de los diputados para cumplir con un mínimo de asistencia a la sala. Unos llegan tarde, otros a la hora, pero lo que gran parte de ellos hace es simplemente pasar lista y luego de unos minutos irse de la Cámara quién sabe dónde. Y no lo hacen caminando o en micro, sino que en sus Audi, sus BMW o sus jeep de lujo, los que pagan –me imagino que al contado- con los millonarios sueldos que reciben por no hacer su trabajo. No concuerdo con eso de que una imagen vale más que mil palabras, pero en este caso me dio vergüenza ajena ver cómo el lugar en el que se decide lo que podemos o no hacer los chilenos pasa prácticamente vacío. Con justa razón la Cámara de Diputados, después de los partidos políticos, es la institución peor evaluada por la ciudadanía.
Luego de constatar el síndrome del nido vacío, el reportaje muestra que los pocos diputados que asisten a las sesiones tienden a hacer cualquier cosa para sacar la vuelta. Por ejemplo, Ramón Farías (PPD) y Manuel Rojas (UDI) se entretienen mirando sus páginas de Facebook, mientras que Ignacio Urrutia (UDI) visita la página del Club Hípico para ver la programación de las carreras de caballos. Por lo menos ellos aguantan un rato dentro de la sala, porque lo de René Alinco (PPD) es todavía más descarado. El programa muestra que a los pocos minutos de iniciada la sesión este diputado abandona la sala para ir a lustrarse los zapatos a la Plaza La Victoria. Y cuando la periodista le pregunta por qué lo hace, Alinco responde: “Yo soy un hombre de la construcción, yo soy un hombre de trabajo práctico, el sillón me enferma y salgo todos los días, y lo voy a seguir haciendo con Informe Especial o sin Informe Especial”. Si no es dentro de la sala donde Alinco puede hacer algo por los miles de hombres de la construcción que votaron por él, entonces ¿dónde? Y si tanto le “enferma el sillón” ¿por qué ahora tiene tantas ganas de ocupar uno en el Senado?
Pero la cosa no queda ahí, porque otra de las mañas que muestra el reportaje de TVN se da al momento de votar. Por ejemplo, si un diputado está muy ocupado conversando (quizás de caballos o de sus fotos en Facebook) pues le pide a otro colega que apriete el botón por él. Es así como Claudia Nogueira (UDI) vota por Iván Norambuena (UDI), o Adriana Muñoz (PPD) por Tucapel Jímenez (PPD). Independiente de si estas prácticas son legales o no, creo que el problema es si son correctas o éticas. Porque si un diputado no se preocupa de algo tan básico como estar en su asiento cuando se está aprobando la Ley de Presupuesto, entonces se puede deducir que le importan bien poco los alcances o consecuencias de la misma, ¿o no? Está claro que apretar un botón es algo puramente práctico, pero definitivamente son actitudes que llevan a los electores a preguntarse si no serán un reflejo de la forma en que los diputados realizan el total de su trabajo.
El reportaje también mostró que cuando no está vacía, la Cámara es bien parecida a una sala de clases de primero básico. Los diputados no tienen ningún problema en hablar por celular durante las sesiones y es difícil hacerlos callar para que escuchen a sus colegas. Además, son bien pocos los que efectivamente exponen, y resulta interesante constatar que personajes tan mediáticos como Marco Enríquez-Ominami (ex PS) y Guido Girardi (PPD) son los cuentan con el menor porcentaje de intervenciones. Puede ser que así como Alinco cree que en el sillón no se hace nada importante, Girardi y Enríquez-Ominami piensen que al aparecer constantemente en televisión su trabajo ya está hecho.
El tema más grave que tocó el programa tiene que ver con el destino de las platas que reciben los diputados para establecer sus sedes distritales. Por ejemplo, Julio Dittborn (UDI) registra la dirección de dos casas particulares como sus oficinas, en las que no cuelgan carteles con su nombre o algo que las haga parecer sedes, y las que ni siquiera están dentro de su distrito. Dittborn dice que son casas de dirigentes de la UDI que arrienda para ocuparlas cuando alguien quiere reunirse con él: “(…) me resulta más cómodo, porque yo doy el número de teléfono de ellos, puedo usar la casa de ellos cuando lo estime conveniente y no tengo que preocuparme yo mismo de tener una oficina.” Cuando le preguntan si eso es ilegal, Dittborn responde: “Por lo menos no está prohibido”. Luego de emitido el reportaje, la Fiscalía de Valparaíso inició una investigación por fraude al Fisco en contra de Dittborn.
Desde todos los sectores de la sociedad han surgido voces a favor o en contra de este reportaje, ya sea para criticar la labor de los diputados como para catalogar de buen o mal periodismo lo que hizo Informe Especial. Los políticos se defienden, diciendo que usan Facebook para estar en contacto con sus electores, que si no asisten a las sesiones es porque prefieren hacer “trabajo en terreno”, que el reportaje es sensacionalista porque mostró solamente el lado malo de la Cámara de Diputados, etc. Asimismo, los más destacados columnistas han debatido sobre el tema, y hasta la Iglesia Católica -como siempre- tuvo algo que decir al respecto. El cardenal de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, manifestó su preocupación por las consecuencias que puede tener en la opinión pública las imágenes y el contenido del programa. ¿Le parece mejor al cardenal esconder este tipo de conductas? Si la Iglesia supuestamente está para servir a los más necesitados, ¿no cree que ellos tienen derecho a saber que los legisladores hacen poco y nada por cambiar su situación?
Es cierto que TVN sabía que este programa iba a ser un acierto en términos de rating, porque mostrar las deficiencias de quienes detentan el poder siempre vende bien. Pero no por eso lo que se vio es menos válido, y creo que en este caso la televisión estuvo del lado de la audiencia. En una democracia tan pobre como la chilena, uno de los pocos derechos que tenemos los ciudadanos es a estar informados del comportamiento de quienes se nos imponen como candidatos una y otra vez.
Jueves 18 de junio: para seguir deleitándote con los diputados chilenos, mira cómo Maximiano Errázuriz (RN) engaña al Fisco.
Suma y sigue: Ahora la diputada Claudia Nogueira (UDI) podría ser desaforada debido a que los pagos -financiados con dineros públicos- que hacía todos los meses a sus "asesores" terminaban siendo depositados en la cuenta bipersonal de Nogueira y su marido, Gonzalo Cornejo (ex alcalde de Recoleta). El que siga creyendo que lo que mostró TVN son errores menores que sólo opacan el buen trabajo de los diputados, tiene que ir al oculista o al siquiatra.
10.6.09
MEOMANÍA
Desde que Marco Enríquez-Ominami (ex PS) comenzó su taquillera campaña presidencial el debate se ha centrado casi por completo en él. Lo anterior se debe a múltiples factores, pero principalmente a la habilidad de este personaje al momento de utilizar los canales de información disponibles. Ya sea para alabarlo o criticarlo, todos los sectores políticos han hablado de MEO, y esa es su intención. Mientras siga siendo el personaje más televisado, Enríquez-Ominami deja que los perros ladren. Mejor todavía si ladran los que ostentan el poder en Chile, o los que llevan la batuta en lo que se refiere a análisis político y formación de opinión pública.
El equipo de MEO ha atacado los frentes mediáticos de manera tan exitosa que logró posicionarlo como el hombre clave para el futuro de la democracia en Chile. Sea cierto o no, la cosa es que llegó a desordenar una campaña presidencial que no podía estar más aburrida. Y aunque al principio nadie daba un peso por el díscolo joven, ahora la Concertación y la Alianza por Chile/Coalición por el Cambio tiritan por su culpa.
Lo de Enríquez-Ominami ha sido aún más meteórico e inesperado de lo que fue Leonardo Farkas en su minuto. Dejando de lado el hecho de que MEO es miembro oficial de la clase política, creo que tanto él como Farkas son, de una u otra forma, parte de un mismo fenómeno. Uno que tiene que ver con el descontento político que desde hace tiempo viene gestándose en el país, y que durante estas elecciones ha quedado aún más en evidencia. En gran medida, esto se debe a la patética calidad y representatividad de la democracia chilena, que quedó zanjada en una constitución redactada en dictadura y refrendada majaderamente en la actualidad. MEO lo sabe, lo entiende y lo aprovecha: “Porque Chile cambió”. Este es su slogan de campaña, que no me deja de sorprender por la sensación de continuidad que tiene con el famoso "Viva el Cambio" que usó Joaquín Lavín en su campaña presidencial.
La verdad es que lo anterior poco importa en estos días, porque una de las cosas que realmente cambió en este país (cada uno verá si para bien o para mal) es que la delgada línea que dividía las ideologías de izquierda y de derecha prácticamente desapareció. Y ejemplos hay de sobra: Flores se da vuelta quinientas veces la chaqueta, Schaulson lo hizo hace rato, a Piñera le falta poco para aparecerse en el funeral de un ex MIR, y Evelyn Matthei es ahora la mejor amiga del candidato RN.
Enríquez-Ominami es el que ha salido mejor parado en esto de moverse donde calienta el sol. Principalmente porque asume su cualidad camaleónica sin ningún pudor, y la utiliza para ganar votos en todos los sectores de la sociedad. Para acercarse a los jóvenes “apolíticos”, MEO es al igual que ellos un joven –cineasta además- lleno de ideas nuevas. Para conversar con la izquierda es el hijo de Miguel Enríquez. Para generar simpatía en los sectores de derecha, MEO se muestra como un liberal dispuesto a dejar que el mercado siga su curso. Y para los que no integran ninguno de estos grupos, Enríquez-Ominami es un personaje sumamente atractivo de ver en televisión, sobre todo cuando aparece con Karen Doggenweiler y sus lindas hijas.
Una de las consecuencias que ha tenido la oda al cambio en la actual campaña presidencial ha sido la incorporación de jóvenes promesas en los comandos de Frei y Piñera (Sebastián Bowen y Francisco Irarrázaval respectivamente). Pero a pesar de que ambos candidatos no dudaron en sacarse rápidamente la corbata frente a las cámaras, MEO nuevamente les ganó. Por el simple hecho de que él efectivamente está en los treinta y tantos, y de que no necesita pegarse una estiradita de ojos para disimular la cara de político añejo. La edad y profesión de Enríquez-Ominami le permiten aprovechar mucho mejor que los otros candidatos los diversos medios de comunicación que existen hoy en día. Es cierto que todos tienen Twitter, Facebook, página web y cuanta cosa hay, pero convengamos en que antes de MEO a ningún político que se considerara respetable se le habría pasado por la cabeza tener un reality show.
Pienso que La Ruta del Voto (Via X) es la principal estrategia comunicacional que diferencia a Marco de los otros candidatos, porque cumple todos los deseos de las grandes audiencias. Dejando de lado la pregunta sobre cuánto de lo que vemos es real, La Ruta del Voto es un programa que entretiene porque exhibe la vida privada de un hombre público, y que funciona porque genera una sensación de cercanía con las personas al mostrar cosas tan banales como una familia tomando desayuno. Además, al presentar a Marco como alguien común y corriente es más fácil que la gente vaya a las notarías a apoyar su candidatura, o que aporte algunos pesos para su campaña.
Cada día más las personas deciden por quién votar basándose principalmente en el candidato mismo y no tanto en el partido o la ideología a la que adhiere. Es así como los medios de comunicación se han convertido en el escenario por excelencia para ganar credibilidad y respeto. Los presidenciables lo entienden y por eso hacen cualquier cosa con tal de conseguir una portada o unos minutos en radio y televisión. Dentro de este contexto MEO corre con ventaja, porque apareció hace poco tiempo y se erige como una novedad que contrasta con la imagen manoseada y desgastada de Piñera y de Frei.
Por ahora, creo que el gran cambio que vive Chile tiene que ver con que los medios de comunicación consiguieron material joven y moderno para llenar sus parrillas programáticas. En diciembre veremos cuánto avalan los chilenos la novedad que Enríquez-Ominami propone en televisión. Sobre todo en una instancia tan privada y anónima como es el momento de votar.
5.6.09
The Clinic, Especial MUCHO MIEDO
Algunos temores cotidianos
UN PEREJIL ENTRE LOS DIENTES
Miedo a morir, a enfermarse gravemente, a que los que quieres se mueran. Miedo a no llegar a fin de mes, a quedar obsoleto, a pasar vergüenza, a no ser valiente cuando tienes que serlo. Miedo a que no se te pare o a que se te pare en la piscina; a que te echen, a que vuelva Frei Bolívar. Miedo a que Dios no exista, pero mucho más a que exista. Miedo a despertar transformado en Pato Laguna. Miedo a que los que quieres sufran y no puedas hacer nada o a que tú seas la causa de su sufrimiento y tampoco lo puedas evitar. Miedo a tener un perejil entre los dientes. Miedo a que los testigos de Jehová te toquen el timbre el domingo en la mañana, a que suene el teléfono a medianoche y sea la muerte; miedo a la muerte, pero más miedo a aceptarla como un regalo, como los padres de las niñas del colegio Cumbres; miedo a las declaraciones de la ministra del Trabajo, a no ser feliz, a perder las ganas de ser feliz; miedo a tener de nuevo esa pesadilla de que estás en el colegio y no estudiaste para la prueba; a despertar transformado en Susan Boyle; a llenarte de miedos estúpidos y heredárselos a tus hijos. Miedo a que nadie te saque a bailar, a que estés en el baño y te abran la puerta. Miedo a ponerte latero. Miedo a tener cáncer, pero mucho más a volverlo a tener; a haber dejado la estufa encendida, la puerta sin llave, un cigarro mal apagado, un mojón flotando en el wc de una casa ajena; miedo a no entender pero más miedo a preguntar. Miedo a estar gorda, a estar fea, a estar hedionda. Miedo a quedarte sola. Miedo a decir una tontera, pero más miedo a no decir nada. Miedo a que gane Enríquez-Ominami. Miedo a las isapres (muy lógico), a dejar a tu hijo con un cura o con un vecino, a sentir ruidos en el living. Miedo a pasar por una calle oscura pero más miedo a toparse con un control de carabineros. Miedo a que se te salga un peo justo cuando va pasando un ángel en una reunión masiva; miedo a mirar tu fondo de pensiones. Miedo a la muerte estúpida que te hace sentir que la vida es un accidente; pero mucho más a que Dios sea lo que dice el cura Hasbún. Miedo a que los huevones que te iban a instalar el tv cable no lleguen, a que Mauricio Israel vuelva. Miedo a ver el resultado del papanicolau, a que te digan que ya no te quieren, a que te sea infiel. Miedo a separarte, pero mucho más a equivocarte por segunda vez. Miedo a alguien que se apoya en una baranda en el piso 20; miedo a tener los tics de Piñera; miedo a un sitio eriazo pero harto miedo también a que un grupo de cuicos te rotee. Miedo a la Plaza Italia después de las 2 de la mañana pero mucho más miedo a tener la vida de la mujer a la que el marido le pega a cualquier hora. Miedo a que te dejen; miedo a ser viejo o transformarse en un viejo de mierda. Miedo a despertar transformado en Fernando Flores. Miedo a perder la casa, a perder un avión, a que el avión se pierda. Miedo a dar miedo y a que los que te temen decidan hacer algo al respecto. Miedo a la delincuencia, pero más miedo a las farmacias y a las AFP. Miedo a que te cachen pelando, pero más miedo a oír cómo te pelan; miedo a tener un hijo soltera y a no tener un hijo nunca; miedo a caer y soñar con que te caes; a que te pongan en el grupo de facebook “yo salí con un saco de weas” y que haya cientos de comentarios bajo tu nombre; miedo a que el jamón tenga mierda y la hamburguesa te intoxique y los pesticidas de la lechuga te produzcan cáncer en 10 años más y nunca sepas por qué moriste. Miedo a quedar en panne en la noche en la carretera, con los autos pasando a tu lado a toda velocidad. Miedo a que los winners, al final del capítulo, sigan cortándola con cincel; miedo a que a tu micro se suba un piño de la Garra Blanca; miedo a uno mismo, a no elegir bien sabiendo que la estás cagando, pero más miedo a la vida miedosa del que nunca perdió el control. Miedo a tener una feroz envidia por los que caen parados, aun cuando la embarran mucho más que uno; miedo a que esa envidia te pudra el alma; y miedo a que los que caen parados, más encima, se vayan al cielo porque tienen el alma pura. Miedo a andar pasado a ala, a tener hedionda la que cuelga cuando inesperadamente salta la liebre, a tener arrugas hasta en el escote. Miedo a que te pillen, pero más miedo a pillar a los que quieres; miedo a que un argentino te hable de fútbol, a que El Mercurio pase colado. Miedo a Falabella, miedo a que el mozo con el que peleaste haya escupido en tu café; miedo a manchar con sangre la falda, miedo a no tener buena portada. Miedo a olvidarse de todo, hasta de los miedos. Miedo a no tener miedo, a ser temerario.
(The Clinic, 4 de mayo)
Y usted, ¿a qué le tiene miedo, ah?