7.5.09

La patética caída de un ídolo



The Wrestler

Uno de los elementos más interesantes de esta película es el juego de realidad y ficción que se da entre el actor y su personaje. Porque al indagar un poco en la trayectoria de Mickey Rourke entonces es posible suponer que su propia experiencia le permitió lograr una caracterización completa y coherente. Al igual que el protagonista de la historia, hace muchos años Rourke había pasado al olvido en Hollywood. Y Darren Aronofsky -director de dramas experimentales como Pi y Réquiem por un sueño- fue el encargado de reposicionarlo como estrella taquillera y candidato al Óscar.

Rourke es Randy “The Ram” (“El Carnero”) Robinson, un ídolo de lucha libre de los años 80 incapaz de pagar el arriendo de su trailer, y menos de asumir el fin de sus días de gloria. El show le ha pasado la cuenta, y hoy Randy es física y sicológicamente un monumento a la decadencia. Apenas escucha por un oído y su corazón anda aun peor. Su cara está totalmente desfigurada, es adicto a los calmantes y esteroides y se tiñe el pelo de un horrible rubio platinado antes de salir a escena. Hace 20 años se hicieron figuras de colección y juegos de Nintendo en su honor, pero en la actualidad su fama se ha reducido a cobrar un par de dólares por autógrafos o por peleas en las que le dan como bombo en fiesta.

Definitivamente Mickey Rourke se roba la película, ya que es el quien lleva todo el peso dramático, porque las otras actuaciones carecen de originalidad y la mayor parte del tiempo apelan a lugares comunes ampliamente manoseados por el cine estadounidense. Uno de los estereotipos es Cassidy (Marisa Tomei), una stríper que vive en la ambivalencia de amar y odiar su trabajo, y que a la vez no quiere enamorarse de su cliente favorito (Randy). Y otro cliché lo personifica la hija de Randy (Evan Rachel Wood), una joven que apenas conoce a su padre, y que sufre por su ausencia y desafección.

The wrestler también aborda el típico tema de la violencia en la sociedad estadounidense, pero de una manera original, porque muestra la verdadera fascinación que sienten los gringos por la lucha libre y sus respectivos ídolos, los que son fácilmente olvidados una vez que sus músculos se desinflan.

Luego de que intenta cambiar su vida trabajando en un supermercado, Randy decide que es el mundo real el que lo lastima y abandona, por eso se conforma con los aplausos de un puñado de personas adictas a la pelea. Pero la verdadera lucha de Randy es personal y mucho más dolorosa que varios combos en la cara. Se trata de un ser humano enfrentado a la ignominia, el envejecimiento y la precariedad; se trata del espejo que anuncia la llegada inevitable de una muerte desprovista de cualquier tipo de honores, fama o gloria.

Creo que The Wrestler es, de todas maneras, uno de los imperdibles hollywoodenses de este año. Y Mickey Rourke, uno de mis nuevos actores fetiche.





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